Amanecer sobre el río Galana
16-9-08. Elefantes y acacias, cangrejos y palmeras
Noche espectacular, el brillo de la Luna iluminaba las aguas del Galana. Uno casi quería esforzarse por no dormir y escudriñar con los prismáticos las sombras de la ribera, e intentar identificar a todos esos visitantes. El sueño me podía pero dormí a saltos, levantandome de vez en cuando para echar un vistazo y escuchar los sonidos de la sabana. A eso de las 5 de la mañana, cuando ya casi se intuía los primeros rayos de sol, el indiscutible sonido de un león, de un león de Tsavo, quién sabe si descendiente de aquellos leones devoradores de hombres… otro macho le respondía. Estarían a 3 kilómetros del campamento, como mucho…
Martín Pescador
No tardé mucho más en despertarme, salíamos muy temprano. A poco que empezó a clarear cargamos el coche con una enorme y exagerada nevera de camping y nos fuimos de nuevo al Galana Ranch con nuestro guía. El amanecer sobre el Galana era precioso, y la temperatura perfecta, apenas un poquito de fresco. Al llegar al punto donde cruzamos el río, un gran grupo de waterbucks se alejó sobresaltado. Yo quería haber tirado hacia la pista de aterrizaje, en dirección dónde apenas una hora antes había escuchado rugir a esos leones, pero al guía no le pareció muy buena idea y por desgracia no nos sobraba el tiempo, ya que habíamos quedado con Urko a comer en Malindi. Un pequeño lillac brested roller nos daba la bienvenida desde la punta de un matorral. Gerenuks, impalas, gacelas de Grandt…
Gerenuk, antílope jirafa
El Galana Ranch fue en origen varios bloques de caza, en un lugar que es prácticamente una prolongación del Tsavo. Cuando llegó la independencia de Kenya y se prohibió la caza, los ánimos de progreso y prosperidad del gobierno, empujaron a querer convertir este Galana Ranch de aproximadamente unas 800.000 hectáreas (para que os hagáis una idea, la mayor finca de España tiene unas 14.000…) en la cabaña vacuna del país. Se intentó acabar con casi toda la fauna local, en especial grandes predadores, elefantes y búfalos para introducir miles de cabezas de ganado. No recuerdo el nº exácto pero era una barbaridad. Aún así nunca pudieron acabar con la abundante fauna. Años después el gobierno se convenció de que la idea no funcionaba (este habitat es muy seco y árido en la época seca) y el rancho fue una completa ruina. Entonces, como ha ocurrido en otros tantos lugares como el Área de Conservación de Ngorongoro en Tanzania o Save Valley en Zimbabwe, se volvió a la idea original, reducir el ganado y dar prioridad a la Conservación de la Naturaleza. Desde luego en esa barbaridad de terreno debería haber espacio para todo!
De hecho hoy en día la población de elefantes del Galana Rancha asciende aproximadamente a unos 1.335 ejemplares (según datos de 2005 del Grupo Especialista del Elefante de la UICN), lo cual es una cifra más que considerable (aproximadamente la misma que el Parque Nacional de Amboseli, aunque este es mucho menor).
Avanzamos en dirección Norte, y tras atravesar el pueblo de guardas, empleados y maquinaria, nos adentramos de nuevo en una sabana cerrada, de matorral espinoso de color ceniza en contraste con el rojo del suelo. Avanzamos deprisa por una buena pista y vimos varios grupos de elefantes, muchísimos dik diks que cruzaban el carril como rayos. El paisaje entró en una cierta monotonía pero con una belleza especial acentuada por los brillos tempranos de la mañana. De vez en cuando se abría un poco el matorral y aparecía algún pozo y bebederos. En uno de ellos vimos un gran bando de gallinas de guinea.
Llegamos a una gran charca completamente seca a estas alturas del año, donde en temporada organizan tiradas de caza menor (la única modalidad permitida en Kenya). De hecho en el rato que estuvimos allí vimos pasar numerosas gangas y por las inmediaciones algunos francolines y codornices. Desayunamos allí, deseando tener más tiempo y llegar a unas colinas cercanas desde donde hacer un buen paseo y ver una buena panorámica del gigantesco Galana Ranch.
Los elefantes que asustaron al lechero…
Durante el camino de vuelta a Kulalu Camp, tuvimos una pequeña anécdota que resume un poco lo que es esta tierra. En mitad de la nada, en ese mar de arbustos espinosos, había un hombre haciéndonos señas. 300 metros más adelante había una bicicleta correctamente aparcada. Era un lechero. Nos dijo que había un par de enormes elefantes con malas pulgas al lado del camino y que no se atrevía a pasar. Le llevamos a su bicicleta y usamos el coche como escudo ante los dos colosos que no nos quitaban ojo. Que preciosidad el contraste de esas moles rojas (cubiertas de polvo) entre ese paisaje «en blanco y negro»… El lechero pedaleaba con fuerza y estuvimos un rato quitos, marcando al elefante y dándole una ventaja prudente al intrépido ciclista. Por supuesto no nos cruzamos con ningún turista.
El lechero huyendo de los elefantes…
Dejamos con tristeza el precioso Kulalu, dejando atrás el gran Tsavo y el Galana Ranch, mirando con nostalgia la falla del Yatta Plateau y tanta sabana por explorar… Seguimos nuestro rumbo Este, hacia la costa, con destino a Malindi. Las dos horas y pico de camino fueron preciosas, cambiando ese paisaje árido por unas tierras fértiles y verdes, campos de piñas, cultivos, eucaliptus y un bosque gigantesco de cedros. Poco a poco se sentía la humedad de la costa y cuando aún teníamos los elefantes del Galana en la retina, de pronto llegamos al bullicioso caos bullanguero de Malindi, y aturdidos nos incorporamos al tráfico, a las tiendas, y a los muzungus italianos que pululaban de un lado a otro…Y finalmente el Índico, con una quietud amable y un azul acogedor…
Tienda en Kulalu Camp
Tras comer con Urko en una terraza, Nos dirigimos al Norte, en un breve viaje en el cual volvimos a cruzar el Galana en su desembocadura… Y antes de darnos cuenta el coche avanzaba por la arena fina y bajo las palmeras que nos conducían a Che Shale. Increible pasar del polvo rojo de la sabana árida a estas enormes palmeras y a la arena blanca y fina de esta preciosa playa. Afortunadamente al ser una playa privada, está fuera del alcance de beach boys y buscavidas que no dejan de dar la lata al visitante. Una ducha meteórica en nuestra simple pero deliciosa cabaña y ya estabamos traje de baño puesto y kikoy en mano, dispuestos a remojarnos en el Índico. En la playa estaban dando una clase teórica de Kite surf, pero yo me fije más en una tumbona que parecía ser el no va más para una siesta. Tras bañarnos en el Índico y dar un paseo por el palmeral y las dunas, nos alucinó el atardecer.
Che Shale… se sale!
Antes de cenar estuvimos tomando una Tusker con Justin Aniere, quien además de tener origen español, se ha criado en el Galana Ranch. Justin nos dijo que tras criarse en esta sabana dura, entre Tsavo, Galana, y la costa de Malindi a Kiwayu, no quiere ni oir hablar de Masai Mara, donde hace 20 años que no va. Además es pionero en Kenya de Kite Surf, y ha fundado esta escuela, ya que además su playa reune las mejores condiciones para practicar este nuevo deporte naútico.
La tumbona del sXXI
Tras una fantástica cena estuvimos un rato charlando en la playa, junto al fuego, y bajo una Luna que acababa de empezar a decrecer e iluminaba el mar y la costa, formando sombra a las palmeras en la arena… Una visión para recordar, colofón en un día en el que aunque parezca subrealista, comencé oyendo leones, pude ver elefantes, gerenuks y me bañé en el Indico en una playa paradisiaca… Esto solo puede pasar en Kenya.
Atardecer en Che Shale
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